domingo, 20 de noviembre de 2011

La estatura no cuenta para ser profesional

Doris y Mariela, dos ejemplos de vida  

Son casi las ocho de la mañana, Doris espera impaciente la llegada del bus que la trasladará a la Universidad del Valle (Univalle), un escenario en el que debe compartir su vida con personas muy distintas a ella.  El bus se estaciona; sus cortas piernas, de apenas unos 60 centímetros, le dificultan subir las gradas, pero sus ganas de ser profesional la motivan a romper toda barrera que se le presenta.
Doris es una joven muy especial que padece de enanismo, enfermedad que la agobia desde que tiene ocho años, pero que hoy no le impide soñar y convertirse, dentro de tres años, en una prestigiosa médico cirujana.
Así  como Doris es Mayra, otra muchacha de pequeña estatura que también quiere ser  ingeniera industrial en alimentos. Ambas son personas especiales que han encontrado en la Univalle, el sitio perfecto para hacer realidad sus sueños.

El costo de ser bajita

Doris es una joven de 21 años, mide 1.10 metros y siempre viste un vestido azul acorde a su estatura. Es difícil que pase desapercibida es la universidad. Su baja estatura llama la atención de quienes aún no la conocen.
Ella cuenta que su vida ha estado plagada por  humillaciones y faltas de respeto por personas que todavía no comprenden lo complicado que es padecer de enanismo.
Doris comenzó su andar por la vida en la primavera de 1990. Los primeros cinco años vivió como una niña normal, con toda la dulzura que su tierna edad demostraba en cada una de las caricias y afectos a sus padres. En ese entonces, sus seres queridos no se fijaban en su estatura, aspecto importante que marcaría el resto de su vida dentro y fuera de su hogar.
Asistía al kínder de manera regular y con mucha alegría de aprender algo nuevo todos los días. Sus maestras siempre la caracterizaban como una niña muy alegre y que vivía su niñez como ningún otro pequeño. Sin embargo, la situación comenzó a cambiar cuando Doris entró a la primaria y se dio cuenta que su tamaño la diferenciaba del resto de sus compañeros.
Ella se sentía distinta a los demás, pero a su corta edad todavía no comprendía la enfermedad que tenía ni los problemas que ésta le traería en el futuro.
Los años pasaban y las preguntas acerca de la diferencia de estatura continuaban. Sus compañeros y amigos la molestaban y la aislaban de los juegos.
Al ver que la niña no crecía pese a ya tener ocho años, su madre decidió indagar la enfermedad que padecía su pequeña. Tras arduos exámenes descubrió que Doris tenía enanismo o acondroplasia, una anomalía por la que una persona tiene una talla considerablemente inferior al común de su especie.
Desde ese momento, dice Doris que tuvo que aceptar lo que era: una persona con estatura baja, pero con ganas de seguir adelante y ser una gigante en la vida.
"A mí no me importa lo material, lo único que quiero es que he podido vencer al sistema, que por mucho tiempo me consideró anormal... Yo soy como cualquier persona, lo único que me diferencia es el tamaño", dice Doris, quien ya tiene 21 años y todas las energías para ser un profesional de éxito.

Médico para ayudar

Así como Doris es Mayra, otra joven de 19 años que también padece de enanismo, pero tiene las fuerzas que otros no tienen: voluntad de vivir y las ansias de construir un futuro con igualdad. 
Con una sonrisa y una mirada tierna, ella no tiene miedo en decir que mide apenas 1.10 metros de estatura, tamaño que tampoco le impide subirse, todos los días, a trufis y micros que la transporten desde su casa hasta la Univalle.
Su reto es convertirse en una ingeniera industrial de alimentos para ayudar a todos que, como ella, deben enfrentar las burlas de quienes no entienden que ser bajito no significa que sea diferente en pensamiento y en capacidad intelectual .
Mayra cuenta que sus padres decidieron inscribirla en la universidad para que el mundo no la rechace y demostrar a sus familiares, que alguna vez la marginaron por su estatura, que querer es poder. 
Indica que sus amigos, que también son personas con capacidades diferentes, tienen miedo de estudiar por las burlas y rechazo de algunas personas.
El mensaje que pregona para todas aquellas personas que no se animan a experimentar y ser “grandes” es “que salgan del nido y abran sus alas, para poder vivir como lo que somos, personas con propósitos, metas y sueños. No interesa las deficiencias ni los defectos, lo importante es que existimos porque somos iguales ante Dios”.

Apoyo institucional

Para ambas, la Univalle es la institución que las ha acogido sin ningún reparo, aunque confiesan que al inicio no fue fácil convivir con algunos compañeros. Sin embargo con el tiempo, todo cambió.
Hoy tienen amigos con quienes estudian y comparten algunas travesuras universitarias.
El jefe del departamento de Pedagogía de Univalle, Adath Larraín,  asegura que la casa superior de estudios tiene las puertas abiertas para todos, sin distinción de clase ni dificultad, para recibirlos y formarlos para que mañana sean prestigiosos profesionales.
Es así que a través de su gabinete de psicología brindan apoyo a todos los alumnos con o sin capacidades especiales, porque para Univalle “todos son iguales”.
Con esfuerzo y rompiendo toda barrera que se les presenta, Doris y Mayra ya están casi en la mitad de la carrera y están seguras que,  a pesar de padecer enamismo, serán unas grandes profesionales.




NOTA DE APOYO

¿QUE ES LA ACONDROPLASIA?

La acondroplasia es una alteración ósea de origen cromosómico, caracterizada porque todos los huesos largos están acortados simétricamente, siendo normal la longitud de la columna vertebral, lo que provoca un crecimiento disarmónico del cuerpo.
Es debida a un cambio en la información genética que recibe el factor receptor de crecimiento de fibroplastos, células que hacen que los huesos crezcan a lo largo. Esto produce una malformación en el desarrollo de los cartílagos, con una calcificación acelerada que impide el crecimiento normal de los huesos. Las personas con este problema tienen un torso de medida normal, las extremidades cortas y la cabeza ligeramente más grande, además de otras características fenotípicas más o menos regulares.
La acondroplasia aparece como una mutación espontánea, que tiene lugar por azar cada veinte mil nacimientos aproximadamente. Alrededor del noventa por ciento de los niños con este mal no tienen historia de ella en sus familias.
Hasta el momento, no existe ningún tratamiento farmacológico para la acondroplasia

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